Una visión crítica del desarrollo sostenible


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Desde los años 2000, en el contexto educativo de muchos países, el término «Educación Ambiental» ha sido sustituido por el de «Educación Ambiental para un Desarrollo Sostenible», o incluso «Educación para el desarrollo sostenible».

Los actores educativos han expresado numerosas reservas en cuanto al uso del término «desarrollo sostenible», sus presupuestos ideológicos y los retos económicos y sociopolíticos que de él se derivan.
El dilema que se plantea para los actores de la EA y DS es saber si la EDS es una «enseñanza de las alternativas» (buenas acciones posibles) o una «educación para elegir de forma crítica» y de manera muy concreta: «¿Qué vamos a discutir con nuestros alumnos: dónde vamos a poner la basura para ordenar los residuos? O bien, ¿cuáles son los grandes ejes del modelo de desarrollo actual y cuáles son sus consecuencias? ».

Objetivos pedagógicos

Presentar los retos sociopolíticos, históricos e ideológicos que afectan a la posición de los actores de la EA y DS frente a la cuestión del "desarrollo sostenible".

Respuesta a la crisis medioambiental

Dada la magnitud de la actual crisis ambiental mundial y sus repercusiones sociales y económicas, la EA y DS se ha convertido en parte integrante de toda política ambiental.

Se dirige a todos, desde niños pequeños hasta el público en general, pasando por grupos profesionales cuya actividad afecta al medio ambiente.

Se ejerce a través de una gran diversidad de actores, individuales y colectivos, organizados o no, y en diversos lugares y ocasiones: en la escuela, en el seno de asociaciones, en los medios de comunicación, en la calle, a través del discurso de los hombres y mujeres políticos, etc. Los educadores ambientales no constituyen un cuerpo profesional claramente definido y delimitado.

Pueden ser profesores de cualquier nivel, animadores y acompañantes, activistas socioculturales y medioambientales, periodistas y otros defensores del pueblo, así como «grupos puente» que son profesionales de diversos campos disciplinarios que divulgan hechos ambientales al público en general.

Así, su práctica pedagógica y su postura ante la consigna de nuestros tiempos, el «desarrollo sostenible» (DS), se diversifica y se ve afectada por factores tales como el entorno socioprofesional en el que se desarrollan, su ámbito disciplinario, las exigencias particulares de su empleador (municipio, empresa, asociación, escuela pública), su grado de autonomía...

Desde los años 2000, en el contexto educativo de muchos países, el término «Educación Ambiental» ha comenzado a ser sustituido por el de «Educación Ambiente para un Desarrollo Sostenible», o incluso por «Educación para el desarrollo sostenible».

Los actores educativos han expresado numerosas reservas en cuanto al uso del término «desarrollo sostenible» por parte de los medios de comunicación. La Educación Ambiental» (EA) fue definida por la UNESCO en el decenio de 1970 como una intervención pedagógica y educativa, abordando los problemas ambientales y de gestión de los recursos y como objetivos la adquisición de conocimientos y competencias, un cambio de actitudes y de comportamientos, con miras a una acción cívica en favor del medio ambiente (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 1978 (UNESCO, 1978, Giordan & Souchon, 2008).

En estas palabras, se suponía que la EA incluía, entre otras cosas, la educación para la ciudadanía y la educación relativa a la idea de viabilidad o «sustentabilidad», neólogo que permite mantener del «desarrollo sostenible» sóo la idea de sostenibilidad socioecológica (Salvado, 2010).

Cuestiones de contexto social e histórico

En un informe para la UNESCO titulado «Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) y competencias de los alumnos en la enseñanza secundaria» (Clément, 2011)se observa que la gran mayoría de los 24 países analizados han implementado una EA en la perspectiva del DS. Sin embargo, los medios intelectuales y académicos de América Latina se niegan a utilizar el término DS, ya que, por un lado, su EA (denominada EA – Educación Ambiental) ya incluía las dimensiones sociales y económicas de l’EDS, y por otro lado se trata de hacer un análisis crítico del término “desarrollo”.
Consideran que si el término «desarrollo» se asocia al crecimiento, un desarrollo“sostenible” resultaría por definición imposible si todos los países quisieran alcanzar el nivel económico de los países más desarrollados (lo que es evidentemente el caso) (Clément, 2011 – Reigota, 2011). Ésto se explicaría sin duda por razones de orden histórico.

Al mismo tiempo, en Australia, los autores académicos prefieren referirse a un «futuro viable» (Sustainable future) (Jenkins, 2005, Ferreira, 2005) y sustituir la EDS por la noción de «Educación para la viabilidad» (Education for Sustainability – EFS) (Ferreira, 2005).
Esta elección está vinculada, para algunos, a la consideración de los impactos profundos de la colonización de las naciones de la región del Pacífico y de la explotación de sus recursos naturales (prioritariamente minerales) por las naciones europeas. Esta explotación se ha realizado sobre la base de la expropiación de las poblaciones locales de sus territorios indígenas, a veces como resultado de conflictos armados y de una degradación, a menudo irreversible, del medio ambiente natural.

Parece que una parte de los educadores se encuentra atrapada en palabras y conceptos políticamente correctos, como el «desarrollo sostenible», que, para algunos teóricos de la educación, constituyen «la mayor manipulación del momento» aunque se presentan como evidencia (Llena, 2008).
En primer lugar, el «desarrollo sostenible» sería un concepto engañoso recuperado por las instituciones (como las transnacionales, los gobiernos, la administración local) para preservar el statu quo y perseguir prácticas totalmente «no sostenibles». Dado que el desarrollo, tal como se practica, es esencialmente insostenible, la palabra ‘sostenible’ sirve para dar la ilusión de un cambio, que tranquiliza la conciencia de los ciudadanos (Llena, 2008).
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Algunos educadores y teóricos de la educación denuncian que, a través de la EADS y la EDS, «los ciudadanos son educados para adherirse a una ideología, para adoptar un comportamiento, una actitud, unos valores definidos como favorables a la instauración de un desarrollo sostenible. » (Leininger-frézal, 2010).
El debate sobre el desarrollo sostenible lleva a los educadores a plantearse numerosas nuevas preguntas:
- ¿Hasta qué punto el actor de la EA debe dominar las competencias de análisis socioeconómico?
- ¿Hasta dónde debe situarse ideológicamente?
- ¿Cómo puede o no transmitir sus propias decisiones? ¿Hasta qué punto se comprometen los agentes de la EA en conjunto con una propuesta «política» común?
- ¿Son suficientemente autónomos frente a los poderes públicos que les conceden financiación?
- ¿Cómo reforzar la idea de una EA que suscita la crítica social, no limitándose al concepto de DS?

Cuestiones de dependencia financiera

Optar por la EDS en lugar de la EA se convierte a menudo en una elección guiada por preocupaciones de tipo económico.

Los donantes concederán una financiación a una acción educativa en función de la orientación elegida: una administración territorial que tenga una política de EDS no financiará un proyecto de EA. Y los educadores y las asociaciones saben que tienen «la obligación» de orientarse hacia el desarrollo sostenible si desean financiar su proyecto o incluso intervenir en la escuela.

Las ONG, en particular, a pesar de su creciente papel en EA, se ven obligadas a construir asociaciones para favorecer su «sustentabilidad» o «sostenibilidad» económica.
El estado de precariedad de estas organizaciones y su sujeción a programas de financiación (orientados hacia objetivos que a menudo les son exógenos) limitan su acción educativa. (Salvado, 2010).
En países del Norte, al igual que en Francia, las asociaciones se han profesionalizado en los últimos años y algunas ONG se han convertido incluso en verdaderas empresas a las que se confían cada vez más misiones que el Estado ya no puede o quiere garantizar, mediante compensaciones financieras y subvenciones de todo tipo (Sigaut, 2010). Evidentemente, esto afecta a sus planteamientos educativos.

Preguntas de recuperación ideológica de la contestación social

Varios educadores consideran que una de las causas del fracaso relativo de la EA en el cumplimiento de su misión real es su instrumentalización con fines políticos.

Los actores de la EA subrayan el riesgo de que la institucionalización de la EA de lugar a una prescripción educativa orientada ideológicamente, en consonancia con la economización del mundo. Denuncian el engaño de una educación que se anuncia como una condición previa a la participación ciudadana, a la dinámica democrática, en contextos sociales opresivos sometidos a las fuerzas del poder político-económico (Salvado, 2010).

Si los actores de la sociedad civil, que llevan por ello un proyecto político, aceptan permanecer en el lugar de técnicos del medio ambiente que se les desea dar, entonces no serían más que agentes del sistema dominante (Fritz-legendre, 2011).

El papel de la EA sería reproducir las fuerzas sociales actuales, preparar los ánimos para los cambios futuros debido a los impactos ambientales ¿Prepararnos para la aceptación de medidas cada vez más restrictivas? ¿Es la EA un factor de transformación social y emancipación o un factor de inserción en la sociedad tal como existe?

Si se examina la historia de la EA, sus primeros pasos aparecen vinculados a los movimientos sociales de los años sesenta y setenta, que impugnaron los sistemas políticos y los modos de producción dominantes. En respuesta, se han producido algunas manifestaciones de reforma pedagógica que han introducido «un poco de medio ambiente» en los programas universitarios y escolares.
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Cualquiera que sea el sistema, se necesitan ciudadanos dóciles, que consumen sin hacer preguntas, y este sistema espera que la EA cumpla con este imperativo (Burger, 2011)
El dilema que se plantea a los actores de la EA y DS es si la EDS es una «enseñanza de las alternativas» (buenas acciones posibles) o una «educación para elegir de forma crítica».
La imagen de la EA evoca para muchas personas actividades relativamente «neutras», centradas en los comportamientos individuales (como el aprendizaje del ahorro de energía) que no cuestionan el sentido profundo de las opciones políticas de gestión del medio ambiente y de desarrollo económico.
Por otra parte, este tipo de actividades no obstaculiza la financiación (Van den Berg et al. 2010). De este modo se induce a la gente a creer que la adopción de gestos ecológicos basta para que se cumplan sus responsabilidades. El dilema para el educador es saber si aceptará desempeñar el papel de quien tranquiliza a la gente, «apaga» la mente crítica.

¿Deberíamos hacer que la gente acuse, denuncie? Así, la pregunta existencial que hizo un educador en una entrevista es significativa: «¿Qué vamos a discutir con nuestros alumnos: dónde vamos a poner la basura para ordenar los residuos? O bien, ¿cuáles son los grandes ejes del actual modelo de desarrollo y cuáles son sus consecuencias?». Responder a esta pregunta constituye una opción política y determina la orientación de la acción de cada actor de EA y DS.

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Autora de la ficha: Yolanda Ziaka , Polis




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